8 de noviembre de 2008

(foto: hogar antiguo, en el Pucará de Tilcara)
El corazón que conociste - H.Urruspuru

I

El corazón que conociste
estaba hecho de arpillera beige.
Olía a menta. A romero recién cortado
y lo habitaban, aves migratorias
de onix

como retazos, de barrios de un oeste fabril;
silbatos de trenes eléctricos a lo lejos
te lo recordaban... a lo lejos...

cuando te enamorabas y te gustaba,
(morocha de lecturas como liturgias)
poner, tu oído derecho sobre él...

...Jugar, a imaginártelo cruzando
arroyos de miel de arrope en Tilcara,
entrando,
lento y azul de tan púrpura
en una catedral de cuento alemán
entrando,
de tu mano de aguanieve, lento,
lento en su ritmo cadente,
constante, ralentado y vitreaux.

Beber, vino cerca de él. Seguir así:
"amándolo", despacio, en rojo y en rubí
y nombrarlo, en un beso
de pendiente olvidado,
comertelo todo, todo.
Amor tribal.

II

Pero...
el corazón que conociste,
que cayó como asustado
por un rayo gris,
ave en un puño...
que se echó para atrás;
alas replegadas en niebla de días
que se escondió
en el almanaque de tus miedos.

Que no permitió que vieras
bebieras,
sus lágrimas de frío.
Sus campos con cruces.
Sus árboles de alambre y sin hojas
en atardeceres de acero,
en Saenz Peña.

Y que se puso de pronto
blanco y negro.
Negro, como tu pelo.
Blanco, como tu desnudez...
Oh! Aro de fuego! Olvidado.
Al atardecer...

Y que no quiso entonces
que lo escuches: nunca más...

Nunca más, su pequeñito tam tam tribal.
Eólico. Puro como un caliz.
Corazón en madera de grenadilla roja.
Su latir fantasma.

Y ese corazón,
hecho de pobrezas y de arrobamientos
ante el estío todo - siempre -
de los sentidos heridos,
se dió
en silencio y en sombras, al olvido...

Al exilio de las cosas.
Destierro de lágrimas de azucar negra.
Amarga.

Ensueño simple hecho de adioses,
en andenes de trenes eléctricos.
De aguas de arrope de miel,
invisibles...
De Tilcaras y de catedrales...

Y ya no está contigo (ese corazón)
morochita de lecturas intensas.
Que ni entre líneas lo lees, ni lo leerás.
¿Ves?
No está.

Ni en este escrito de arpilleras.
Ni de santos griales de grenadilla.
Ni de aves migratorias en piedra negra.

Ni aquí.
En su línea curva. Cursiva.
Final.